Friday, June 12, 2015

¿Qué implica la (in)tolerancia militante?

Ética y Política

¿Qué implica la (in)tolerancia militante?

¿Qué ocurre cuando se debe negar a la tolerancia para salvaguardar sus más nobles y justos propósitos?

Por: Juan Felipe González-Jácome. VII Semestre. 

¿Es acaso la tolerancia una virtud inmanente a nuestro mundo demo-liberal contemporáneo? ¿Se podría llegar a pensar que la tolerancia es un valor puro y acabado que arropa las relaciones sociales de nuestro tiempo? ¿Acaso puede llegar a ser la intolerancia el modo de conducta pertinente para defender los fines y las utopías más añoradas por nuestra sociedad? Una de las grandes deficiencias de nuestra academia (sobre todo la jurídica), consiste en asumir ciertas categorías, conductas e ideas como meras evidencias. Sin duda alguna una de las grandes características de la teoría crítica, es poner en constante cuestionamiento el propio devenir de nuestro mundo, y con él, todas las axiologías y cimientos que aparentemente la sostienen. En otras palabras, el papel de la crítica, es trasgredir todo lo que en nuestro “ingenuo tradicionalismo” consideramos como evidente.

En este breve artículo, quisiera poner de presente algunos puntos de discusión frente a una de las categorías más debatidas por estos días, la cual –pienso– se encuentra en una profunda crisis. Esta categoría es la de la tolerancia, que a su vez, esta orgánicamente relacionada con la de la libertad de expresión y la de elección. Por ello, es imperativo traer a colación algunas nociones que considero relevantes para desgranar el concepto de tolerancia, y así, poder descifrar en qué radica su crisis.

Lo primero que se debe mencionar, es que la tolerancia no es un valor intrínsecamente ligado a la “naturaleza” del ser humano, por el contrario, es un valor que se construye a partir de ciertas circunstancias concretas. El humano no es tolerante o intolerante por naturaleza, sino que por el contrario su tolerancia o no-tolerancia se erige en una condición de posibilidad a partir de ciertas condiciones, mediaciones, e inferencias sociales. El humano no es per se tolerante, sino que se hace tolerante en su propia praxis social.

Habiendo dicho lo anterior, se denota que la tolerancia no es pues un concepto de la naturaleza humana, sino por el contrario, un terreno político por ganar; desde los filósofos de la Ilustración como Locke, hasta la actualidad, se habla de la tolerancia como un espacio por ampliar y como un horizonte por construir, pero ¿En qué consisten las pretensiones de la tolerancia como valor ético y político? Pues bien, habrá que argumentar que la tolerancia como relación social se caracteriza de ciertos rasgos y persigue ciertas finalidades e imperativos que habremos de destacar.

a)   La tolerancia como relación, implica la existencia de sujetos y grupos sociales puestos en aristas diferentes u opuestas. Es decir, la tolerancia se forja en la oposición.

b)    Las diferencias que caracterizan a los sujetos y colectivos sociales deben importar a dichos sujetos y colectivos, es decir, no hay indiferencia frente a la oposición, sino por el contrario hay reconocimiento, identificación e incluso rechazo.

c)  En ese orden de ideas, la tolerancia no implica pasividad, contrario sensu el sujeto tolerante no renuncia a que el otro cambie su idea. “la tolerancia implica un diálogo abierto, persuasivo, dialéctico; un constante conflicto ideológico”.

Como vemos, la tolerancia es pues un valor de movilización, en donde hay madurez para afrontar los conflictos y en donde se reconoce y se busca ampliar la libertad, el respeto mutuo, la dignidad humana, la convivencia, y la democracia real/radical. Esas son pues las finalidades a las que debe apuntar dicho valor.

Ahora bien, es importante reconocer que en nuestro mundo contemporáneo la tolerancia ha empezado a dar un giro bastante preocupante, en donde se convierte en una falsa tolerancia o incluso en una verdadera intolerancia ¿Por qué? Porque sus presupuestos fundamentales empiezan a desvanecerse en la pasividad, la unilateralidad y la indiferencia. Por su parte, la falsa tolerancia, implica no la síntesis de los debates, las oposiciones y los disensos sino que por el contrario, se sustrae al sujeto de su autonomía y libertad, se le impide hacer valer sus ideales y necesidades que no colinden con las que el establecimiento impone. Por otro lado, la “tolerancia intolerante” es aquella por la cual, el respeto y el reconocimiento emana en la medida de que el Otro no sea realmente Otro. En otras palabras, “tolero al Otro en la medida de que cumpla con mis parámetros”, la tolerancia entonces implica arrancar al otro de sus propias raíces y extrañarlo de su particularidad en nombre de los valores abstractos de la sociedad unidimensional/capitalista.


Finalmente nos preguntamos, de acuerdo a este panorama ¿es posible tolerarlo todo? ¿Es ético tolerar incluso la intolerancia? Nuestra respuesta es claramente negativa. No es loable tolerarlo todo, ya que de ser así seríamos cómplices de la destrucción de los valores intrínsecos a la misma tolerancia. A consecuencia de ello, asumimos entonces que la tolerancia tiene límites, y que precisamente para salvaguardar sus nobles propósitos, es menester incluso que se niegue a sí misma, transformándose en su oposición, es decir en intolerancia; ¡ante la tolerancia pasiva, indiferente, reaccionaria y mísera de muchos, es menester oponer una intolerancia disidente y esperanzadora! Hablar de ser intolerante en estos tiempos, implica tener el compromiso y la voluntad de transformar lo denigrantemente establecido.                                 

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