Monday, October 26, 2015

“Mesianismo en tiempos de incertidumbre”

  “Mesianismo en tiempos de incertidumbre”


1.   En 1989, Eric Hobsbawm publicó un libro titulado “Politics for a rational left”, el cual compilaba una serie de textos que habían sido publicados en diversas revistas y medios académicos de Europa. Su obra, que recogía brillantes disertaciones de variados temas políticos, se erigía sobre la base de lo que el llamaría: la búsqueda de una “Izquierda racional”… Que no era más que la capacidad de entrever que, en medio de la incertidumbre histórica y de la barbarie generalizada, siempre habría cabida para un proyecto transformador, emancipador y revolucionario. Su proyección teorética y política, ponían sobre la mesa algo fundamental para la Izquierda, y era que la capacidad de su acción histórica se encontraba en dos cuestiones elementales: 1ro) en la capacidad de repensarse como espectro político y 2do) en la capacidad de entender que su papel histórico era siempre un papel actual, vigente y necesario… Así pues, -siguiendo en ello a Hobsbawm- es imposible pensar en re-vitalizar un proyecto emancipador, si antes no asumimos la tarea de encontrar sus proyecciones actuales. Es impensable reforzar el proyecto político y humano de la Izquierda sino somos capaces de fortalecer su perspectiva ideológica y de impulsar su accionar político. En otras palabras, sino tenemos la certeza de definir su papel histórico para este siglo XXI…       
  
2.    En esa medida, quisiera comenzar planteando una idea fundamental, y es la de que,  a diferencia de la derecha, la Izquierda no puede estudiar a la sociedad y a la realidad en los simples marcos de la coyuntura, es decir, no puede ver la realidad solo bajo un método sincrónico, en donde la historia se desenvuelve en los límites de una única, omnipresente y fetichizada estructura social. No, la Izquierda no puede caer en esa burda mediocridad, debe por el contrario analizar y estudiar la realidad y la sociedad en doble vía: por un lado, en su forma estructural, y por otro lado, en su historicidad. En otras palabras, debe ver en toda estructura social una estructura histórica, una estructura que por más que presente equilibrios y estabilidades, está sujeta a un desarrollo cambiante, está sujeta a procesos de transformación. Pero también debe comprender que dichos procesos no son inanes, sino que responden a la praxis social y política… A la praxis revolucionaria de los hombres y de las mujeres.

3.    Solo entendiendo esta forma epistemológica de ver y percibir el mundo, es que la Izquierda pude reafirmar su papel crítico. La Izquierda cumple en el mundo un papel crítico-práctico, ya que es un espectro político profundamente inconforme con nuestra realidad actual, hegemónica, en donde los privilegios priman sobre los derechos, en donde la politiquería prima sobre la política, en donde la guerra prima sobre la paz, y en donde la ganancia y el libre mercado priman sobre la dignidad del ser humano. Pero esta crítica hacia esta denigrada realidad no puede marginarse –como lo entendió el brillante pensador y revolucionario de Tréveris-, de la crítica a las relaciones sociales que tienen cabida en una sociedad de tipo capitalista. Unas relaciones en las que el ser humano solo pude desplegar sus potencialidades, siempre y cuando estas se suscriban en los marcos del valor económico abstracto en su incesante proceso de valorización, es decir, en el marco de una libertad falsa, ilusoria y enajenada.


4.  De esta manera, la Izquierda está centrada en un punto histórico trascendental, en donde es necesario la búsqueda de una alternativa, una alternativa a la barbarie de la modernidad capitalista. Pero para ello, es necesario plantear otro punto -que será el último que delimite en esta breve disertación-. Si la Izquierda quiere entender su rol histórico, debe interiorizar algo elemental, y es que el sujeto de cambio es y debe ser un sujeto plural y multifacético, mas no un sujeto unidimensional y monolítico. Debemos, además de convocar a los diversos movimientos sociales, nutrirnos de toda una tradición de pensamiento crítico y radical latinoamericano, el cual, desde Mariátegui, reconoció en lo indígena, lo afro, lo campesino y en general, en lo subalterno, formas maravillosas de ver, entender y vivir el mundo. Esto último es indispensable para modelar un proyecto emancipatorio y de cambio social, ya que lejos de hacernos caer en romanticismos, potencializa el ser social, político y cultural de nuestros pueblos.

5.    Es por esto, que si la Izquierda quiere comprender su papel histórico para este siglo XXI, deberá asumir que el tiempo histórico es, -siguiendo en esto a Walter Benjamin- un jetztzeit, que en castellano traduciría un tiempo-ahora. “Para Benjamin, jetztzeit no es una noción descriptiva, sino más bien prescriptiva”. Es un llamado a la acción, a la praxis, al cambio; pero es un llamado a la acción que se requiere ¡Ya! ¡Ahora mismo! Para Benjamin, la acción auténticamente revolucionaria es aquella que no da espera, es aquella que no espera “el momento preciso”, sino que actúa y se legitima en su accionar; un accionar ejemplar, humano, transformador, utópico y mesiánico. Por ello, los que dicen que la sociedad no está lista para la izquierda, para el cambio, para un nuevo mundo posible y necesario, se equivocan. No existe, no ha existido, y no existirá el momento preciso.

6.   De esta manera, quisiera terminar parafraseando a Pedro Joel Reyes López en lo siguiente: “así como en la tradición judía cualquier momento es bueno para la llegada del Mesías, para la Izquierda cualquier momento será bueno para la acción”. Y será el momento bueno no porque la Izquierda tenga el don de la infalibilidad, sino porque será la única capaz de accionar el freno de emergencia… El freno de ese tren que, -conducido por la derecha- nos lleva ineludiblemente hacia la barbarie… 

 ¡Ahora o nunca!


Por. Juan Felipe González Jácome


Monday, September 21, 2015

El marxismo crítico de Adolfo Sánchez Vázquez… A cien años de su natalicio (1915-2015)


El marxismo crítico de Adolfo Sánchez Vázquez… 
A cien años de su natalicio (1915-2015)

Adolfo Sánchez Vázquez nació el 17 de septiembre de 1915 en Algeciras, provincia de Cádiz, España. Desde muy temprana edad, se trasladó a Málaga, en donde, inspirado por Machado, Prados y Alberti despertó un gran interés por la poesía. En 1935, se trasladó a Madrid con el objetivo de iniciar sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. Allí, siendo estudiante universitario,  tuvo que sortear uno de los episodios más trascendentales de su vida: la guerra civil española.

Siendo consecuente con su compromiso político e ideológico con el socialismo y el antifascismo, Sánchez Vázquez no dudó en afiliarse a la Juventud Comunista, y, posteriormente, en alistarse en las filas del Ejercito Republicano -combatiendo en el frente de Aragón y en la Batalla de Teruel-. Su agitada militancia durante la guerra civil, no solamente lo llevó empuñar las armas en defensa de la República, sino que además, lo impulsó a desarrollar una activa labor periodística e intelectual al frente de la redacción de los periódicos, Ahora, Octubre y Acero.

Para desgracia del mundo, en abril de 1939 Franco derrotó al Ejercito Republicano y miles de españoles salieron al exilio, entre estos, Adolfo Sánchez Vázquez; quien primero cruzó la frontera francesa, para, posteriormente, salir rumbo a México tras la protección brindada por el presidente Lázaro Cárdenas a los exiliados provenientes de España.

De ahí en adelante, y arropado bajo la indescriptible tristeza del exilio, Don Adolfo haría de la Universidad Nacional Autónoma de México, el epicentro de construcción teórica de su basta y maravillosa obra intelectual. Brillando así, por ser uno de los más importantes filósofos de América Latina en el siglo XX, y uno de los intelectuales más prominentes del marxismo crítico en nuestra región. 

De esta forma, al cumplirse el pasado 17 de septiembre los cien años de su natalicio (1915-2015), he querido realizar un homenaje a este gran maestro de la filosofía latinoamericana; no sin antes, exaltar los puntos más relevantes de su obra teórica y práctica. Bien decía el maestro Sánchez Vázquez, siguiendo en esto fielmente a Marx: “que de lo que se trata no es solo de interpretar de diversas formas el mundo, sino de transformarlo real y efectivamente”. Bajo esta premisa, procedamos con este humilde y sentido homenaje.

El marxismo como Filosofía de la Praxis

Uno de los grandes aciertos de la obra teórica y práctica de Adolfo Sánchez Vázquez, fue la de haber colocado la categoría de praxis en el centro de reflexión de la filosofía de Marx. Bien planteaba el maestro Sánchez Vázquez que “con Marx, el problema de la praxis como actividad humana transformadora de la naturaleza y de la sociedad pasa al primer plano. La filosofía se vuelve conciencia, fundamento teórico e instrumento de ella”. Es decir, para Adolfo Sánchez, era imposible abordar la obra de Marx sin antes reconocer el papel fundamental que tenía la praxis en ella.

Ahora bien, para Adolfo Sánchez, la praxis no era de por sí un concepto simple y acabado, sino que daba cuenta de la relación sustancial y dialéctica entre la teoría y la práctica. Para él, uno de los aportes fundamentales de Marx, fue haber hecho una ruptura radical con la filosofía idealista, pero también, con el materialismo mecanicista del siglo XIX. No obstante, esto no hubiera podido consumarse, si la noción de praxis no hubiese sido el eje central de dicha ruptura. Solo así, era posible entender al ser humano como sujeto activo, transformador de sus propias circunstancias, y a la praxis en sus diversos niveles y en su relación con la historia, el arte y la violencia.

Así pues, la introducción de la praxis como categoría central de la teoría y de la práctica de Marx, no solo implica reflexionar sobre un nuevo objeto, sino que por el contrario, significa: 1) fijar el lugar de la teoría en el proceso práctico de transformación de lo real, y 2) determinar que el propio proceso de la práctica transformadora lleva de por sí una profunda significación teórica. Es decir, si bien la praxis revolucionaria debe tener un fundamento racional, al mismo tiempo, la actividad teórica –crítica o cognoscitiva- ha de tener una función práctica. Por ello, para Sánchez Vázquez el marxismo no es ni puede ser un sistema teórico acabado, sino por el contrario, una verdadera Filosofía de la Praxis.     

El marxismo como totalidad indisoluble

A partir de esta perspectiva renovadora y crítica de Marx, Adolfo Sánchez plantea que el marxismo debe ser entendido a partir de la unidad de cuatro elementos esenciales que forman una totalidad indisoluble.

a)   El marxismo es, en primer lugar, una crítica radical de lo existente; es decir, de nuestra realidad presente, capitalista. Pero su crítica debe ser formulada desde ciertas perspectivas y supuestos valorativos, como lo es la igualdad, la justicia social, la libertad y la dignidad.
b)   Por consiguiente, para criticar al mundo de raíz, hay que conocerlo en profundidad, y por ello, el marxismo no pude prescindir de su seriedad y rigurosidad a la hora de estudiar e interpretar los fenómenos que tienen cabida en nuestra realidad. Para cambiar el mundo, hay que atreverse a pensar el mundo.
c)      Pero tal como lo hemos expuesto anteriormente, el marxismo no es solo un conjunto teórico, un corpus de ideas abstractas. El marxismo es de por sí una apuesta de cambio y de transformación, implica un proyecto de emancipación o aspiración a construir una nueva sociedad en donde se materialicen los principios de justicia y libertad que desde el marxismo se defienden y abanderan.
d)     Es por esto, que en la medida de que el marxismo es un proyecto de cambio, debe vincularse necesariamente con una práctica adecuada para realizar su proyecto, una práctica que requiera de la voluntad y el compromiso militante, una práctica de quienes no solo busquen interpretar críticamente el mundo, sino primordialmente, su anhelada y justa transformación.

El marxismo como constante búsqueda de una alternativa


En este orden de ideas, para Adolfo Sánchez Vázquez el marxismo no puede ser separado de la búsqueda de alternativas al capital, es decir, la teoría de Marx también lleva aparejada la búsqueda de la utopía; pero no cualquier utopía, sino una que, sobre la base del estudio crítico y racional de la realidad, y sobre el compromiso militante de los hombres y de las mujeres, pueda llegar a ser necesaria, posible y sobre todo realizable.

Y, aunque esta alternativa social al capital se intentó forjar en nombre de un supuesto “socialismo realmente existente”, Adolfo Sánchez Vázquez jamás dudó en dirigir su crítica fulminante hacia el proyecto político implantado en la URSS. Un proyecto que, según sus palabras, no fue auténticamente socialista, en razón a que:

i)        Sustituyó la propiedad privada sobre los medios de producción, no por una forma de propiedad social y comunal, sino por una forma de propiedad estatal, aislada de una genuina forma asociativa de productores libres, que planificaran y auto-gestionaran la producción social.
ii)           Hizo de la  burocracia una nueva clase explotadora, poseedora de hecho, mas no de derecho, de los medios de producción, controlando así la economía, el Estado y el Partido.
iii)            Constituyó un modelo de separación abrupta entre sociedad civil y Estado. (Auténtico vicio del Estado liberal moderno).
iv)                Instauró un modelo de partido único que intervino en todas las esferas de la vida pública y privada, sometiendo al individuo a unos supuestos fines “mesiánicos” del “buró político”.

De esta forma, Don Adolfo entendió que el socialismo no había existido en el mundo, pero que no por ello su necesidad y su justeza habían caducado o cedido ante el enemigo. Hoy por hoy la crueldad del capitalismo sigue acechando a la humanidad, y el dilema de socialismo o barbarie sigue estando tan vigente como antes.

Por esto, Adolfo Sánchez Vázquez siempre reivindicó la necesidad de una alternativa social al capital, una alternativa que por más que no estuviese a la orden del día, era necesaria en un mundo cada vez más enajenado, desigual, explotador, depredador del ambiente e inhumano. La necesidad de una genuina praxis revolucionaria, siempre acompañó sus disertaciones y reflexiones, y hoy, a los cien años de su natalicio, comprobamos que sus ilusiones siguen siendo justas y precisas.

Hoy más que nunca, una alternativa se hace necesaria, y el mayor tributo que podemos hacerle a este maestro, no es solamente desempolvar su obra y estudiarla en profundidad; sino contribuir,  así como él lo hizo, a construir las bases de un mundo mejor. De esta forma, quiero terminar este corto escrito, citando un fragmento de su discurso ¿Por qué ser marxista hoy? No sin antes recalcar una vez más, que lo más grandioso de su obra, fue haber conservado su consecuencia ética y política, aun en tiempos del desencanto, la sinrazón y la desesperanza…Damos pues la palabra al maestro Adolfo, para que sea él quien culmine con este breve escrito:

“Llegamos al final de nuestro discurso con el que pretendíamos responder a la cuestión de si se puede ser marxista hoy. Y nuestra respuesta al concluir, es esta: puesto que una alternativa social al capitalismo –como el socialismo- es ahora más necesaria que nunca, también lo es, por consiguiente, el marxismo que contribuye –teórica y prácticamente- a su realización. Lo cual quiere decir, a su vez, que ser marxista hoy significa no solo poner en juego la inteligencia para fundamentar la necesidad y la posibilidad de esa alternativa, sino también tensar la voluntad para responder al imperativo político-moral de contribuir a realizarla…”.

Grande Adolfo Sánchez Vázquez… ¡Venceremos!        



Por: Juan Felipe González Jácome.



  

Friday, June 12, 2015

Poverty is a problem of the System!

Poverty is a problem of the System!

By: Juan Felipe González-Jácome

In 1990´s, the countries that composed de United Nations, signed a document that was called the “Millennium Development Goals”. This document was a commitment made by the Sates in order to work “together” in the eradication of poverty for 2015; it mean, that the countries would have around of 15 years to overcome the misery of the planet and construct and equal society (UN.org, 2014). However, as the statistics of the world bank shows, this objectives are so far of been achieved, according to this entity, for 2015, there were going to exist around of 1 billion of people living in “extreme poverty” and around 2.2 billion are going to continue living in (as they call in a euphemistic way) “high poverty”, which means, life with more than 1.25 US$ but less than 2 US$ per day. (WorldBank.org, 2014) This scenario, put as in a very contradictory position which had cause an interesting controversy in the academic research; in order to answer the question of how can we solve the problem of the poverty? First it is imperative to give explanations of which are the causes or the origins of the poverty as an objective social phenomenon? In that order, some perspectives about the problem, explain the poverty as physiological issue (subjective theory), in the way that this social position is engender by the culture of poverty which is a clear obstacle to succeed. In juxtaposition of that idea, there is a perspective that explain poverty as an essential problem of our socio-economic system (objective theory), in the way that it is necessary to produce and reproduce its systemic bases. This essay is going to explain why the poverty is an objective phenomenon of our society rather than a subjective problem of people.

To start it is necessary to make a synthesis of the most important aspects of the subjective approach of the poverty. This theory tents to extract tree elements that define why people tend to be poor, those elements are. 1) The problem of the attitudes and behavior, 2) the social consciousness and 3) the generic concept of the culture of poverty. According to what these ideas argued, poor people acquire in the social media a series of social pathologies that means realities of disorganization, lack of public opinion and communitarian institutions. (Valentine, 1970, pág. 31) For solving those issues, it is proposed a systematic change of the values that govern the people that live in poverty, for that, it is advisable to spread some solutions that have been created by the same system. 1) the culture of the entrepreneurship against the culture of poverty; 2) change the behavior that hump the "successfulness", and 3) in relation with the previous solution, the methods of how triumphing in life.

As it is revealed, the subjective theory implies a rationalization of the systemic effects, “blaming the poorness of their own poverty” (Ibid. page 26).   

By contrast, the objective theory, tend to give a different point of view to the problem of the poverty. First, this approach explains that the poverty is a social phenomenon caused by a structural system. “Poor countries are poor because these who have the power make choices that create poverty. They get it wrong not by mistake or ignorance but on purpose” (Acemoglu & Robinson, 2012, pág. 68). As cited, the poverty is not just a mistake; it is an objective reality that has to be explained by the objective relations that are involved in our social lives. Now, by which conditions are social relations govern? For solving that question, is important to take account that the poverty involves not just an economical issue, also involves a political issue, in that order of ideas, the conclusion of Jung Mo Sung is that our society relations are govern by the rules of the market. Those rules are not only an economic instrument; they are in their essence a pattern of social development, in other words, the market is the most important relation in the capitalism system.

What Mo Sung (1993) exposed, is that one of the most important characteristic of the poverty is the impossibility of people to satisfy it necessities. This reality is engendered in the way that our system only work in order to satisfy the desire of the consumers, but not the necessities of the human beings. In fact, this ontology of our socioeconomic system is the responsible of the social exclusion an, in direct way, the responsible of the poverty (Mo Sung, 1993, pages. 87-88).

In the way that the objective theory of poverty pretends to explain this phenomenon as an objective reality of our society, also understand that the solutions have to emerge by the same objectiveness of that reality. In the way that the poverty is not a circumstantial episode of our system, but is a structural phenomenon of it; is imperative to assume the importance of the politics in the solution of the macro-social issue. “Achieving prosperity depends on solving some basic political problems. Explaining world inequality still needs economics to understand how different types of policies and social arrangements affect economic incentives and behavior. But also needs politics” (Acemoglu & Robinson, 2012, page. 69).
  
We conclude in this way, that people does not cause poverty to themselves because their beliefs and attitudes (as the subjective approach argued). People live in poverty because the socioeconomic system is based on unequal social relations, in which the capacity of ones implies the misery of others; as was explained, to eradicate the poorness, it is important to have political consciousness to think appropriate solutions for the problem, solutions that include real social policies of redistribution, sustainable production, and democratization of the economy on its vital cycles (production, circulation, consume, and services). The potentiality of our society has to be use in function of the humanity, but not as an instrument of the destructive power of the selfishness.    

References

Acemoglu, D., & Robinson, J. (2012). Why Nations Fail. United States of America: Crown Business.

Galeano, E. (1999). Una mirada a la escuela del crimen. En R. Vega, Neoliberalismo: Mito y Realidad (págs. 113-134). Bogotá D.C.: Pensamiento Crítico.

Mo Sung, J. (1993). Neoliberalismo y Pobreza. San José de Costa Rica: Editorial DEI.

UN.org, U. N. (s.f.). We can end Poverty. Recuperado el 14 de Noviembre de 2014, de United Nations: http://www.un.org/millenniumgoals/bkgd.shtml

Valentine, C. (1970). La Cultura de la Pobreza. Buenos Aires: University of Chicago Press.


WorldBank.org, W. B. (08 de October de 2014). Poverty Overview. Recuperado el 14 de November de 2014, de World Bank: http://www.worldbank.org/en/topic/poverty/overview

¿Qué implica la (in)tolerancia militante?

Ética y Política

¿Qué implica la (in)tolerancia militante?

¿Qué ocurre cuando se debe negar a la tolerancia para salvaguardar sus más nobles y justos propósitos?

Por: Juan Felipe González-Jácome. VII Semestre. 

¿Es acaso la tolerancia una virtud inmanente a nuestro mundo demo-liberal contemporáneo? ¿Se podría llegar a pensar que la tolerancia es un valor puro y acabado que arropa las relaciones sociales de nuestro tiempo? ¿Acaso puede llegar a ser la intolerancia el modo de conducta pertinente para defender los fines y las utopías más añoradas por nuestra sociedad? Una de las grandes deficiencias de nuestra academia (sobre todo la jurídica), consiste en asumir ciertas categorías, conductas e ideas como meras evidencias. Sin duda alguna una de las grandes características de la teoría crítica, es poner en constante cuestionamiento el propio devenir de nuestro mundo, y con él, todas las axiologías y cimientos que aparentemente la sostienen. En otras palabras, el papel de la crítica, es trasgredir todo lo que en nuestro “ingenuo tradicionalismo” consideramos como evidente.

En este breve artículo, quisiera poner de presente algunos puntos de discusión frente a una de las categorías más debatidas por estos días, la cual –pienso– se encuentra en una profunda crisis. Esta categoría es la de la tolerancia, que a su vez, esta orgánicamente relacionada con la de la libertad de expresión y la de elección. Por ello, es imperativo traer a colación algunas nociones que considero relevantes para desgranar el concepto de tolerancia, y así, poder descifrar en qué radica su crisis.

Lo primero que se debe mencionar, es que la tolerancia no es un valor intrínsecamente ligado a la “naturaleza” del ser humano, por el contrario, es un valor que se construye a partir de ciertas circunstancias concretas. El humano no es tolerante o intolerante por naturaleza, sino que por el contrario su tolerancia o no-tolerancia se erige en una condición de posibilidad a partir de ciertas condiciones, mediaciones, e inferencias sociales. El humano no es per se tolerante, sino que se hace tolerante en su propia praxis social.

Habiendo dicho lo anterior, se denota que la tolerancia no es pues un concepto de la naturaleza humana, sino por el contrario, un terreno político por ganar; desde los filósofos de la Ilustración como Locke, hasta la actualidad, se habla de la tolerancia como un espacio por ampliar y como un horizonte por construir, pero ¿En qué consisten las pretensiones de la tolerancia como valor ético y político? Pues bien, habrá que argumentar que la tolerancia como relación social se caracteriza de ciertos rasgos y persigue ciertas finalidades e imperativos que habremos de destacar.

a)   La tolerancia como relación, implica la existencia de sujetos y grupos sociales puestos en aristas diferentes u opuestas. Es decir, la tolerancia se forja en la oposición.

b)    Las diferencias que caracterizan a los sujetos y colectivos sociales deben importar a dichos sujetos y colectivos, es decir, no hay indiferencia frente a la oposición, sino por el contrario hay reconocimiento, identificación e incluso rechazo.

c)  En ese orden de ideas, la tolerancia no implica pasividad, contrario sensu el sujeto tolerante no renuncia a que el otro cambie su idea. “la tolerancia implica un diálogo abierto, persuasivo, dialéctico; un constante conflicto ideológico”.

Como vemos, la tolerancia es pues un valor de movilización, en donde hay madurez para afrontar los conflictos y en donde se reconoce y se busca ampliar la libertad, el respeto mutuo, la dignidad humana, la convivencia, y la democracia real/radical. Esas son pues las finalidades a las que debe apuntar dicho valor.

Ahora bien, es importante reconocer que en nuestro mundo contemporáneo la tolerancia ha empezado a dar un giro bastante preocupante, en donde se convierte en una falsa tolerancia o incluso en una verdadera intolerancia ¿Por qué? Porque sus presupuestos fundamentales empiezan a desvanecerse en la pasividad, la unilateralidad y la indiferencia. Por su parte, la falsa tolerancia, implica no la síntesis de los debates, las oposiciones y los disensos sino que por el contrario, se sustrae al sujeto de su autonomía y libertad, se le impide hacer valer sus ideales y necesidades que no colinden con las que el establecimiento impone. Por otro lado, la “tolerancia intolerante” es aquella por la cual, el respeto y el reconocimiento emana en la medida de que el Otro no sea realmente Otro. En otras palabras, “tolero al Otro en la medida de que cumpla con mis parámetros”, la tolerancia entonces implica arrancar al otro de sus propias raíces y extrañarlo de su particularidad en nombre de los valores abstractos de la sociedad unidimensional/capitalista.


Finalmente nos preguntamos, de acuerdo a este panorama ¿es posible tolerarlo todo? ¿Es ético tolerar incluso la intolerancia? Nuestra respuesta es claramente negativa. No es loable tolerarlo todo, ya que de ser así seríamos cómplices de la destrucción de los valores intrínsecos a la misma tolerancia. A consecuencia de ello, asumimos entonces que la tolerancia tiene límites, y que precisamente para salvaguardar sus nobles propósitos, es menester incluso que se niegue a sí misma, transformándose en su oposición, es decir en intolerancia; ¡ante la tolerancia pasiva, indiferente, reaccionaria y mísera de muchos, es menester oponer una intolerancia disidente y esperanzadora! Hablar de ser intolerante en estos tiempos, implica tener el compromiso y la voluntad de transformar lo denigrantemente establecido.                                 

Sunday, May 24, 2015

¡Unidad, unidad, Frente Amplio por la Paz!

¡Unidad, unidad, Frente Amplio por la Paz!

Por: Juan Felipe González-Jácome


1. Para que una sociedad construya la paz, se requiere que esa misma sociedad se piense la paz, la ponga como un horizonte por forjar, la entienda como un escenario de disputa ideológica y política, antes que un simple consenso social. No hay duda que aquellos que en algún momento vieron la guerra como un espectáculo de intereses, ahora perciban la paz y el “pos-conflicto” como otro tipo de espectáculo, en donde, al igual que en la guerra, salen a relucir intereses, alianzas y uno que otro ánimo de lucro.

2. Lejos de ser un acuerdo generalizado, la construcción de la paz debe ser un constante debate entre los grupos sociales, los cuales deben discutir de manera incesante qué tipo de paz se piensan, pero sobre todo, que tipo de paz están dispuestos a materializar en nuestro país. Por ello, es imprescindible que los grupos sociales –de la mano de los partidos y movimientos políticos-, asumamos el debate de la paz, entendiendo que dicha discusión “transversaliza” el proyecto de país que se construirá de aquí en adelante.

¿Por qué la unidad en un Frente Amplio por la paz, la democracia y la justicia social?

3. Para los partidos, movimientos y proyectos sociales, progresistas y de izquierdas, la paz no ha sido en ningún momento un slogan de campaña, ni mucho menos una carta abierta al gobierno de Juan Manuel Santos. Por el contrario, la paz ha sido una iniciativa programática bajo la cual, de manera decidida, se ha proyectado una apuesta de país democrático, pluralista y en donde se erradiquen las causas sociales y políticas por las cuales ha emanado el conflicto en Colombia. En cierta medida, la paz ha sido un puente de convergencia entre los proyectos alternativos de poder.   

4. Bajo la anterior premisa, es pertinente ser claros en que, tal como lo menciona Óscar Guardiola-Rivera: el pueblo colombiano –a diferencia de la clase política tradicional (de derecha)- debe ver en el proceso de paz un encuentro transformador y creativo, un escenario de construcción de lo popular, lo étnico y lo social, en donde quepan muchos y muchas, y, sobre todo, en donde se integre y se reconozca a los tradicionalmente excluidos. Es precisamente en este punto, donde se debe tener más conciencia sobre la unidad, ya que sería ingenuo pensar que aquellos que se han dedicado a hacer la guerra, ahora, de forma serena y altruista, breguen por la paz. Por ello mismo, es imperativo que surja una convergencia seria y contundente de los proyectos alternativos, críticos y transformadores de nuestro país, ya que la disputa por un país que sea consecuente con la paz que se sueña, pasa por la unidad decidida de los proyectos que le apuestan a ese tipo de país. Es necesario superar el inmovilismo, el desencuentro y la fragmentación, y asumir que las grandes gestas históricas se han construido desde la unidad del pueblo y la concurrencia de sus proyectos políticos y sociales.

¿Cómo se construye la Unidad?

5. En primera instancia, la unidad debe ser construida desde la diversidad, es decir, reconociéndonos en nuestra heterogeneidad de sueños, propósitos, proyectos, tendencias y cosmovisiones. Sin embargo, a diferencia de erráticas iniciativas del pasado, en donde la diferencia fue el presupuesto de nuestro fracaso, esta vez la diferencia debe ser el elemento central de nuestra fortaleza y nuestro empuje. Es necesario aunar esfuerzos en la mayor cantidad de escenarios y bajo la iniciativa de la mayor cantidad de grupos sociales; se debe construir con los indígenas, campesinos, afros, con las disidencias sexuales y de género, con el sindicalismo, con los estudiantes, con los intelectuales, con los trabajadores informales, con las madres cabeza de hogar y con las mujeres en general. En últimas, es imperativo reconocer que el bloque alternativo de poder en Colombia se hace fuerte en la pluralidad de propuestas, y que la justicia social parte también del reconocimiento de los que han sido históricamente excluidos.

6. Como un segundo elemento central, es importante entender que la unidad se construye desde la base, es decir de abajo hacia arriba, y no desde las alturas. Por ello, es importante que el Frente Amplio por la Paz se difumine por todas las regiones del país, y se empiece a consolidar desde el trabajo concreto y particular en las veredas y municipios, en los colegios y las universidades, en los campos y en las fábricas y en general, a partir de la cotidianidad del pueblo colombiano. Ahora, ¿Qué sentido tiene ello? Pues bien, lo que se pretende forjar a partir del trabajo “desde abajo”, es precisamente lo que ha sido caro a  nuestros gobernantes, darle protagonismo a las personas, que sean ellas mismas las que asuman el compromiso con la construcción de paz, que la definan, le den contenido y se comprometan con tenacidad a labrarla.

7. Finalmente, es necesario resaltar que la unidad se consolida en constante movilización y agencia sociopolítica, persuadiendo antes que imponiendo, pero sobre todo, reconociendo que somos muchas y muchos los que estamos en esta misma lucha por la Paz, la Democracia, Los Derechos y la Justicia Social. Como bien lo ha dicho Marta Harnecker, erigir un verdadero bloque alternativo de poder y ganar la hegemonía, parte de que estemos siempre con la gente, con sus problemas, sus anhelos y sus convicciones.

Luchar por una paz estable y duradera para un país en donde prime la democracia y la justicia social, requiere que entendamos que, más allá de lo que hayamos hecho en el pasado, lo que importa es lo que hagamos juntos y unidos en el porvenir.        


La unidad del pueblo colombiano es nuestro más preciado tesoro…

Democratizar la Democracia

Construyendo la Paz.

Democratizar la Democracia

Parte de nuestro cometido actual, es profundizar y diversificar los espacios de participación democrática, generar conciencia política en la sociedad, y cultivar la paz con garantías para su perdurabilidad.

Por: Juan Felipe González Jácome

En esta época de coyuntura política, es usual evidenciar en el ideario colectivo de la sociedad un peculiar sentimiento de pertenencia por la participación democrática; en las calles, aulas, pasillos y medios masivos de comunicación, se percibe todo un movimiento en favor de la participación democrática, caracterizándola como una de las bases más importantes para la construcción de la paz. Ahora, si bien todos hablan del concepto de democracia, y en consecuencia del de participación, pocos se detienen  en el análisis reflexivo de lo que  estos dos conceptos significan, pero más aún, del deber que asume la sociedad a la hora de juntar estos dos elementos, democracia participativa.

Es evidente que la participación es uno de los pilares fundamentales de la democracia, ya que como etimológicamente nos lo indica el concepto, la democracia es el “poder del pueblo”, es decir, es esa constante praxis política que entablan los diferentes grupos de la sociedad en relación con sus intereses y propósitos, los cuales deben ser disputados en el plano de las relaciones de poder, en donde en fin últimas, y de acuerdo a una determinada correlación de fuerzas, se decidirá sobre la determinación o rumbo de la sociedad en un momento histórico concreto. En síntesis, la democracia debe encarnar el constante debate que existe en la sociedad, debe ser el reflejo de las necesidades, vivencias, experiencias y conflictividades del compendio social. La democracia, antes que ser un elemento acabado y perfecto, está en constante construcción y conflictividad, pero esos mismos valores intrínsecos a ella, son los que en última instancia garantizan la constante creación histórico-social de la humanidad. 

Ahora bien, la garantía de la democracia y de la política en si misma (como praxis) la da la efectiva participación política de la sociedad; participación que en nuestro mundo contemporáneo solemos reducir, esconder, o simplemente olvidar. Banalizar el concepto de democracia, e igualarlo simple y llanamente al de votar, es como si el mero hecho de depositar determinadas papeletas en una urna cooptara toda la práctica política y su rico contenido. De ser así, en últimas se estaría reduciendo toda forma de participación en dos cosas: primero en elegir y segundo en ser “representado”. En ese orden de ideas, nos vemos frente a una situación bastante preocupante: En primera medida, escindimos la sociedad en dos, la civil que simplemente deposita su voto y desarrolla su cotidianidad al margen de la participación democrática, y la sociedad política, la cual solo emana en épocas de coyuntura electoral. Al mismo tiempo en que se nos coloca en la situación precedente, se entra directamente en el plano de la total indiferencia política, en la cual el representante se desentiende abruptamente de sus electores y en vez de ser un vehículo de sus necesidades y propósitos en instancias más altas de decisión, se concentra en el caudal y la maquinaria electorera, deslegitimando instantáneamente la praxis política, y poniéndola en el plano de la reiteración mediocre y oportunista, mas no en donde debería estar, en el plano de la praxis social creadora. 

Para rescatar a la democracia de su olvido, y ponerla en el plano de la convicción y no del oportunismo, es necesario comenzar por oxigenarla, es decir, por generar en nuestro sentido común la idea de que ella se construye cotidianamente en todos los espacios en donde interactuamos y construimos socialmente (la universidad, el barrio, la localidad, la ciudad, el país etc.). Entender que su importancia radica en la relación intrínseca entre la representación y la participación, en donde la representación sea un móvil de los intereses y finalidades que se construyen en la participación política cotidiana, en donde el representante trabaje convenidamente por la gente y en donde las bases sociales garanticen y tengan control de esa efectiva representación.


No obstante, para ello debemos trabajar arduamente, empezar por nuestra realidad circundante, hacernos partícipes de las ocurrencias de nuestro alrededor, y sobre todo, ayudar a construir nuestro entorno (la Universidad), debemos apostarle a todo un movimiento en favor de la paz y la democracia real, movilizarnos y expresar nuestro querer por transformar este “statu quo” político. Ya que solo en la medida de que asumamos nuestra responsabilidad política con esta realidad podremos nutrir la participación y llenarla de contenido, en últimas, solo haciéndonos conscientes de nuestro ser político y de nuestro compromiso creador con la sociedad, haremos de la participación una realidad palpable a todos (as), de la política una experiencia cotidiana y habremos aportado a Democratizar la democracia.   

7 tesis sobre un gran Maestro

In memóriam, Carlos Gaviria Díaz

7 tesis sobre un gran Maestro

El tributo más grande para Carlos Gaviria, es continuar con su legado de Justicia Social, Paz y Democracia.

Por: Juan Felipe González-Jácome.

Hace unas pocas semanas, falleció en la ciudad de Bogotá, el que era considerado uno de los más grandes juristas y maestros de nuestro país: Carlos Gaviria Díaz; quien no solamente primó por su grandeza teórica y académica, sino también, por su decida militancia en la izquierda colombiana. En otras palabras, Carlos Gaviria no solamente es la representación del emérito jurista y magistrado (lo que escasea por estos tiempos), sino que también, y primordialmente, es la síntesis de un hombre Demócrata y de Izquierda.

El 11 de marzo del presente año, Gaviria realizó su última conferencia académica en las instalaciones del Gimnasio Moderno de Bogotá. Allí, expuso una ponencia titulada “Educar para la democracia”, en donde, desde mi perspectiva, sintetizó gran parte de la apuesta teórica y política que construyó en el largo trasegar de su vida.

A manera de tesis, y bajo una pretensión de homenaje, quisiera presentar los puntos que, en mi entendido, revisten mayor relevancia en cuanto a la exposición que otrora el Maestro Gaviria realizara en el Gimnasio Moderno.

Educar para la democracia

       I.            Carlos Gaviria siempre fue ante todo un docente, dedicó poco más de 30 años a impartir clases universitarias en la Universidad de Antioquia, y siempre adujo que su más preciada labor era la de ser un maestro. Su afinidad por la filosofía liberal y laica, lo llevo a estudiar detenidamente a las grandes mentes del pensamiento liberal e ilustrado, desde la oración por la dignidad humana” de Pico della Mirándola, pasando por Rousseau, hasta la filosofía Kantiana que tanto admiraba. A partir de un sinnúmero de disertaciones, acogió la tesis de que para educar en la democracia era imprescindible educar en la autonomía. Tal como lo mencionara Rubén Jaramillo, “el meollo de la ilustración lo constituye la experiencia de la autonomía”, ya que es a partir de allí, donde el sujeto no solo avizora horizontes utópicos, sino que se pone en la brega de hacerlos realidad.

    II.            Así mismo, Gaviria fue a su vez un radical crítico de la pedagogía hegemónica en nuestro sistema educativo neoliberal. Para él, educar para la democracia, implicaba en primicia que el educador jamás perdiera su posición de educando, ya que como lo dijera Marx en su tesis III sobre Feuerbach: “el propio educador necesita ser (constantemente) educado”. Es así, como no solamente se predica partidario de una labor pedagógica profundamente dialéctica, sino que también encuentra fundamental que la construcción del conocimiento sea, sin sonar redundante, una construcción colectiva (educador-educando).

 III.            No obstante, el conocimiento y la pedagogía no se encierran en las paredes del aula, sino que están en constante diálogo con la realidad social que la rodea y estructura. De esta manera, educar para la democracia debe ser en estricto sentido, educar para la irreverencia; que no es nada distinto a educar para la crítica de lo existente.

El sujeto de la democracia: El Pueblo 

  IV.            Como lo mencionamos hace un momento, Carlos Gaviria fue ante todo un demócrata ejemplar, el cual siempre se atrevió a pensar y a soñar en mundos distintos al que impera en la actualidad. Su modelo de sociedad democrática, era una en la que se fuera más comunidad y menos sociedad civil (al estilo del individualismo y utilitarismo depredador); una que se caracterizara por ser “pensante, consciente y convivente”, en donde El Pueblo dejara de ser una masa “amorfa” condenada a la ignominia, y se erigiera más bien en el sujeto colectivo constructor del bien-estar y del por-venir.

     V.            Pero así como su ideal era claro, su método también era contundente. El sujeto de la democracia se forja en la construcción misma de la democracia. Es decir, a diferencia de los conservadores que predican que no es posible pensar en una democracia plena mientras el pueblo no esté "preparado" para ella, Carlos Gaviria insistía en que no era posible "preparar" al pueblo para la democracia cuando ésta era claramente ausente. En otras palabras, la democracia como objeto no se desarrolla en ausencia del sujeto, o a la espera del desarrollo de este último, sino que ambos, sujeto-objeto, hacen parte de una relación indisoluble. La democracia avanza en la medida de que El Pueblo la construye, y El Pueblo aprende y eleva sus niveles de consciencia, ilustración y participación, en la medida de que forja la democracia.

La Falsa Democracia o Democracia Morbosa

  VI.          Finalmente, Carlos Gaviria siempre fue irreductible en aseverar que la democracia actual es una democracia falsa o morbosa. Su tesis partía de la base de que en la sociedad capitalista no solo prima un modelo de economía de mercado, sino que la sociedad ¡es en sí misma! una sociedad de mercado. Lo cual implica, entre muchas otras cosas, que los privilegios siempre van a estar por encima de los derechos (como pasa en Colombia); y una sociedad donde eso ocurra, no tiene, en estricto sentido, una auténtica democracia.

VII.            Ciertamente, la acérrima crítica de Carlos Gaviria a la realidad existente en nuestro país, no se consumó en el simple hecho de la enunciación y la retórica, sino que siempre estuvo acompasada del trabajo práctico y concreto. Práctica que tuvo como síntesis su activa y enérgica militancia política en la izquierda colombiana. Es decir, para Carlos Gaviria nunca pudo existir un ideal democrático y de justicia social que estuviese al margen de un compromiso político de transformación. Para él, las utopías nunca significaron horizontes ilusos, distantes e imposibles, sino por el contrario, la esencia más humana de un porvenir de justicia que vale la pena labrar todos los días de la vida.

¡Hasta siempre Maestro!